Hace dos meses estaba en una
pequeña librería y tenían en exhibición el libro “Ciudades de Papel”. Mientras
yo observaba otros títulos, junto a mí, una mujer lanzó al aire la siguiente
expresión: “Este libro Ciudades de Papel, ¿será igual de bueno que Bajo la
misma estrella? Yo sólo vi la película…pero este ¿será bueno? Para mí fue
inevitable responder: “Yo leí Bajo la misma estrella y vi la película,
realmente las dos cosas me gustaron mucho. Si el autor mantiene el mismo estilo
de narración, Ciudades de Papel debe ser bueno”. La mujer agradeció mi
comentario y yo volví a lo mío. Para ese momento estaba buscando otros libros.
Creo que inconscientemente elegí la opción de descargar Ciudades de Papel en
formato epub como hice con Bajo la misma estrella. Pese a que todavía me cuesta
un poco leer en este formato – yo prefiero los libros en papel por muchas
razones que en otra ocasión explicaré – un libro como ese, relativamente corto,
no me parecía una experiencia tan traumática, lo podía leer en la Tablet. Lo
cierto es que una vez descargado decidí leerlo.
Es casi imposible que muchas de
nuestras expectativas hacia otro libro de un mismo autor se basen en lo leído
anteriormente. Teniendo fresca la lectura de Bajo la misma estrella, una
historia que a mi particularmente, me desgarró en llanto, me hizo reír a
carcajadas sueltas, me llevó a niveles de reflexión sobre la vida, la muerte,
la amistad, el amor y la familia; mis esperanzas de encontrar algo similar en
Ciudades de Papel eran grandes y casi convincentes. Pero si algo he aprendido
en todos los años que me he dedicado a leer y lo que me ha enseñado a controlar
esas expectativas, es que un libro siempre es una experiencia nueva y distinta,
no importa que sea escrito por el mismo autor. Sé que no estoy descubriendo la
rueda con estas reflexiones, como también sé que la travesía de la lectura en
sí misma es muy personal pero creo que para mucha gente es muy fácil calificar
un libro de bueno o malo por una simple comparación. Es entonces cuando
escuchamos declaraciones como: “No me gustó porque no lloré a moco tendido como
con el primer libro” o “no es un buen libro porque no tiene la misma gracia ni
me hizo reír como el anterior”. Estas opiniones son respetables, aunque, desde
mi punto de vista, algo banales para calificar los libros de un mismo escritor. John Green tiene algo especial en
estilo de narrar, en su composición de situaciones y personajes. En mi opinión
y mi experiencia esto era lo que estaba buscando en Ciudades de Papel y no me
defraudó.
La historia nos presenta a
Quentin Jacobsen y a Margo Roth Spiegelman quienes son vecinos y fueron amigos
desde los dos años. Un día, mientras paseaban descubren el cadáver de un hombre.
Desde ese momento la vida les cambió sin que ellos se dieran cuenta.
A la edad de 17 años y a unos
meses de terminar la preparatoria, Margo y Quentin seguían siendo vecinos pero
ya no eran los mismos amigos de infancia. Quentin creció como un chico normal,
no era popular en su clase, le gustaban sus rutinas y compartir con sus amigos
Ben y Radar, jugar videojuegos y sin quererlo era víctima en ciertas
situaciones de lo que hoy llaman Bullying por parte de algunos compañeros de
clase. En cambio Margo, se convirtió en una hermosa adolescente, muy popular,
con un espíritu libre, rebelde, admirada por su osadía y respetada por las
aventuras que emprendía cuando escapaba de casa.
Una noche Margo se asoma a la
ventana de Quentin, como solía hacer cuando era una niña y le pide que la
acompañe y ayude a cumplir un plan. Quentin, embargado por la añoranza de lo
que fue su relación de infancia con Margo, todavía enamorado de ella y
abrigando la esperanza de que ayudándola volverían a ser amigos, acepta la
invitación, eso sí, con un poco de temor, pues no estaba dispuesto a que por
aquellos planes pudiera estropearse su futuro universitario. Juntos se embarcan
en un periplo nocturno por varios puntos de la cuidad con el propósito de vengarse
de los males sufridos por culpa de algunos amigos y compañeros de clase. Para
Quentin, fue una noche inolvidable, porque volvió a sentir la cercanía, la
confianza y la amistad de Margo. Compartir aquellas travesuras auguraban que
Margo regresaba a su vida. Lamentablemente esas esperanzas se vieron frustradas
porque al día siguiente Margo desaparece, dejando una serie de pistas que
Quentin asume que son para él y comienza de forma algo obsesiva a seguirlas
para poder encontrarla.
Nuevamente, John Green, nos
presenta una novela juvenil, fresca, creíble y divertida, con un toque de
misterio e intriga que siempre es un buen ingrediente para atrapar al lector. Una
historia repleta de reflexiones sobre la amistad, los laberintos y recovecos de
la adolescencia, sobre las ideas y las percepciones que un joven se hace de las
personas que conoce, quiere y con las cuales comparte. Con una narración
sencilla y un lenguaje despreocupado e irónico algo típico de la juventud, esta
novela alecciona sobre los procesos de la madurez y la aceptación de los demás
tal cual como son. Me gusta el estilo de este autor, porque logra en pocas
palabras, que el lector se involucre en las situaciones de sus personajes.
¿Quién de adolescente no se sintió abrumado por mostrar lo que no éramos para
ser aceptado por los demás? ¿Quién no quiso escapar de las apariencias, las
reglas y encontrar en otra parte su esencia? Green, nos involucra en los mares
confusos en los cuales muchos adolescentes nadan desorientados preguntándose
quiénes son, a dónde quieren ir y qué es lo que quieren ser en la vida. Quentin
al seguir las pistas de Margo logra responder parcialmente estas preguntas y
este detalle hace que el libro sea interesante.
He leído en otras reseñas que el
final desilusiona. Tal vez en la idea romántica en la cual nos encanta
refugiarnos es un final terrible y sin sentido. Pero pensándolo bien no había
otra forma de terminar la historia. Por mi parte y con mis 40 años encima, creo
que es un buen final, sobre todo si, en un proceso de introspección regreso a
mi adolescencia, si traigo a mi memoria ciertos recuerdos de esa marea de
preguntas con sus respuestas, quizás hubiera hecho lo mismo que Margo.