sábado, 14 de febrero de 2015

RESEÑA: EL MAESTRO DE PETERSBURGO



El maestro de Petersburgo de J.M Coetzee llega a mis manos porque en el intento de reencontrarme con la lectura y el placer personal que me producen los libros, comencé a investigar sobre autores que habían ganado el Premio Nobel de Literatura. Coetzee, quien recibió este galardón en 2003, atrajo mi atención principalmente por ser sudafricano. En las diferentes reseñas de sus libros y biografía, describen la profundidad de su prosa, la condensación de sus diálogos y su capacidad de analizar con transparencia a la sociedad sudafricana después del apartheid. Esto fue suficiente para despertar mi interés y tomar la decisión de conocer a este autor y su obra. 

Con estas referencias, tal vez no fue buena idea empezar con la lectura de El maestro de Petersburgo, porque el tema de este libro, aunque tenga un punto de partida autobigráfico como señalan muchos críticos, no tiene relación con los aspectos que me impulsaron a buscar un libro de este autor. Pero ante la falta de otros títulos, no tuve más opción que adquirir lo que había en existencia. 

Debo compartir lo que he leído de otras reseñas: El maestro de Petersburgo no es un libro fácil de leer. Para ser una novela que cuenta con 271 páginas es densa y complicada. 

En octubre de 1869 un hombre llega a San Petersburgo con la intención de conocer las causas de la muerte de su hijastro, Pavel, quien aparentemente se había suicidado. Este hombre, que en principio adopta el apellido del padre biológico de Pavel, en realidad es el afamado escritor ruso Fiodor Dostoyevski. Con esta figura como protagonista, Coetzee, recrea a su modo la personalidad del escritor, quien tiene un aspecto de hombre talentoso, correcto, que todavía tiene éxito con las mujeres, un escritor de prestigio que debe ganar mucho dinero. No obstante, en la medida en que la novela avanza, y muestra los pensamientos y actos del escritor, se revela un hombre  inseguro, endeudado por su afición al juego, egoísta, insensible hacia los que sufren (los pobres, los animales), y con una sexualidad exasperada. Características no muy alejadas a las que manifestó en su vida real. Así lo confirman muchos analistas, biógrafos y críticos que han estudiado la vida y obra de este escritor.

Al mejor estilo de Crimen y Castigo, Coetzee, muestra la lucha interna que libra el escritor ruso. Movido por la culpa tras abandonar a Pavel cuando se casó con una mujer de la misma edad de su hijastro, el escritor trata de encontrar el perdón y la salvación manteniendo vivo su recuerdo, al punto de mimetizarse con él. Se hospeda en la misma pensión en la que vivía, duerme en la misma cama, usa sus ropas e intenta recuperar los papeles que en vida escribió. Mientras vive en la pensión conoce a Ana – la mujer que le alquilaba la habitación a Pavel - y a su hija Matryona, con quienes su hijastro compartió parte de su vida y sentimientos. A través de ellas Dostoyevski intenta aferrarse a Pavel, reconstruyendo los momentos que compartieron. Una de las formas, algo enfermiza y poco coherente, que tiene para llegar a entender e identificarse con su hijastro, es a través de las relaciones sexuales que mantiene con Ana. 

Toda esta turbulencia personal del protagonista, se enmarca en una Rusia convulsionada a nivel social. Surgen así, a través de la aparente amistad de Pavel con el revolucionario Nechaev, líder del partido de la Venganza, el tema de la rebelión de los hijos ante el orden impuesto por los padres, el enfrentamiento de los jóvenes ante los poderes del estado y el pensamiento radical expresado en violencia, la destrucción insensata de la sociedad establecida y muertes sin justificación. Ante esto la posición de Dostoyeski es de profundo rechazo. Manifiesta abiertamente el odio hacia la figura de Nechaev y todo lo que él representa. Sin embargo, en la relación que establecen a través de diálogos sumamente interesantes, se dejan ver el inmenso parecido entre ambos personajes. Los dos fueron víctimas de maltratos paternos, Dostoyevski en su juventud también fue un joven revolucionario  y ambos presentan rasgos narcisistas y son insensibles hacia los sentimientos de los demás.

Cuando todos los intentos por encontrar el perdón y la salvación se ven frustrados y con pleno conocimiento, a través de los papeles que escribió Pavel donde manifestaba el odio que sentía por su padrastro, Dostoyevski sucumbe ante el sentimiento de venganza y comienza a escribir una historia distorsionada de Pavel. Crea un hijastro mezquino y enloda su imagen de joven agradable.

La intensidad de esta novela es abrumadora. Los conflictos emocionales de sus protagonistas son interesantes pero agotadores. Enfocar una historia en un personaje tan complejo y controversial como lo fue Dostoyevski realmente es un acto de valentía y hay que reconocer que para esto Coetzee tuvo y tiene el talento, pero desde mi humilde opinión no es un libro recomendable si se desconoce la vida y obra del escritor ruso. 

Espero poder encontrar otros títulos que me permitan conocer a ese escritor que habla de Sudáfrica después del apartheid.

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