El
maestro de Petersburgo de J.M Coetzee llega a mis manos porque en el
intento de reencontrarme con la lectura y el placer personal que me producen
los libros, comencé a investigar sobre autores que habían ganado el Premio
Nobel de Literatura. Coetzee, quien recibió este galardón en 2003, atrajo mi
atención principalmente por ser sudafricano. En las diferentes reseñas de sus
libros y biografía, describen la profundidad de su prosa, la condensación de
sus diálogos y su capacidad de analizar con transparencia a la sociedad sudafricana
después del apartheid. Esto fue suficiente para despertar mi interés y tomar la
decisión de conocer a este autor y su obra.
Con
estas referencias, tal vez no fue buena idea empezar con la lectura de El maestro de Petersburgo,
porque el tema de este libro, aunque tenga un punto de partida autobigráfico
como señalan muchos críticos, no tiene relación con los aspectos que me
impulsaron a buscar un libro de este autor. Pero ante la falta de otros
títulos, no tuve más opción que adquirir lo que había en existencia.
Debo
compartir lo que he leído de otras reseñas: El maestro de Petersburgo no
es un libro fácil de leer.
Para ser una novela que cuenta con 271 páginas es densa y complicada.
En
octubre de 1869 un hombre llega a San Petersburgo con la intención de conocer
las causas de la muerte de su hijastro, Pavel, quien aparentemente se había
suicidado. Este hombre, que en principio adopta el apellido del padre biológico
de Pavel, en realidad es el afamado escritor ruso Fiodor Dostoyevski. Con esta
figura como protagonista, Coetzee, recrea a su modo la personalidad del
escritor, quien tiene un aspecto de hombre talentoso, correcto, que todavía
tiene éxito con las mujeres, un escritor de prestigio que debe ganar mucho
dinero. No obstante, en la medida en que la novela avanza, y muestra los
pensamientos y actos del escritor, se revela un hombre inseguro,
endeudado por su afición al juego, egoísta, insensible hacia los que sufren
(los pobres, los animales), y con una sexualidad exasperada. Características no
muy alejadas a las que manifestó en su vida real. Así lo confirman muchos
analistas, biógrafos y críticos que han estudiado la vida y obra de este
escritor.
Al
mejor estilo de Crimen y Castigo,
Coetzee, muestra la lucha interna que libra el escritor ruso. Movido por la
culpa tras abandonar a Pavel cuando se casó con una mujer de la misma edad de
su hijastro, el escritor trata de encontrar el perdón y la salvación
manteniendo vivo su recuerdo, al punto de mimetizarse con él. Se hospeda en la
misma pensión en la que vivía, duerme en la misma cama, usa sus ropas e intenta
recuperar los papeles que en vida escribió. Mientras vive en la pensión conoce
a Ana – la mujer que le alquilaba la habitación a Pavel - y a su hija Matryona,
con quienes su hijastro compartió parte de su vida y sentimientos. A través de
ellas Dostoyevski intenta aferrarse a Pavel, reconstruyendo los momentos que
compartieron. Una de las formas, algo enfermiza y poco coherente,
que tiene para llegar a entender e identificarse con su hijastro, es a través
de las relaciones sexuales que mantiene con Ana.
Toda
esta turbulencia personal del protagonista, se enmarca en una Rusia
convulsionada a nivel social. Surgen así, a través de la aparente amistad de
Pavel con el revolucionario Nechaev, líder del partido de la Venganza, el tema
de la rebelión de los hijos ante el orden impuesto por los padres, el
enfrentamiento de los jóvenes ante los poderes del estado y el pensamiento
radical expresado en violencia, la destrucción insensata de la sociedad
establecida y muertes sin justificación. Ante esto la posición de Dostoyeski es
de profundo rechazo. Manifiesta abiertamente el odio hacia la figura de Nechaev
y todo lo que él representa. Sin embargo, en la relación que establecen a
través de diálogos sumamente interesantes, se dejan ver el inmenso parecido
entre ambos personajes. Los dos fueron víctimas de maltratos paternos,
Dostoyevski en su juventud también fue un joven revolucionario y ambos presentan rasgos narcisistas y son
insensibles hacia los sentimientos de los demás.
Cuando
todos los intentos por encontrar el perdón y la salvación se ven frustrados y
con pleno conocimiento, a través de los papeles que escribió Pavel donde
manifestaba el odio que sentía por su padrastro, Dostoyevski sucumbe ante el
sentimiento de venganza y comienza a escribir una historia distorsionada de
Pavel. Crea un hijastro mezquino y enloda su imagen de joven agradable.
La
intensidad de esta novela es abrumadora. Los conflictos emocionales de sus
protagonistas son interesantes pero agotadores. Enfocar una historia en un
personaje tan complejo y controversial como lo fue Dostoyevski realmente es un
acto de valentía y hay que reconocer que para esto Coetzee tuvo y tiene el
talento, pero desde mi humilde opinión no es un libro recomendable si se desconoce
la vida y obra del escritor ruso.
Espero
poder encontrar otros títulos que me permitan conocer a ese escritor que habla
de Sudáfrica después del apartheid.
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